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17 de octubre de 2016

Cosas Curiosas




COSAS CURIOSAS DE LA VIDA


Tiempo atrás, en una introducción de Francesco Gazzoni a su Manuale di Diritto Privato, en la 3ra. edición de 1992 (ya va por la 17) que adquirí en la Universidad La Sapienza de Roma en 1997 cuando vivía por allá, y que consta de 1,494 páginas --el libro, no mi vida, la que puedo relatar en muchísimas menos páginas-- se atrevió a expresar de una manera muy personal los criterios que lo habían motivado a escribir semejante obracuando ya autores italianos anteriores habían publicado tratados sobre la misma materia.






Y en la introducción de la obra justificó su interioridad frente a los que lo criticaron por expresarse con conceptos propios del orden emocional más que del intelectivo --en la introducción solamente y en referencia a una edición anterior--, y no le importó. Lo hizo con mucho orgullo y a mucha honra por el trabajo realizado, y le doy la razón. Es una obra excelente y de gran rigurosidad técnica para todo estudiante o profesional que desee tener el derecho privado italiano a la mano en un solo libro, es decir, para los que conocen ese idioma. Soy uno de ellos.

Y no es cualquier cosa esa cultura jurídica a pesar de la descomposición propia de las sociedades que se corrompen en el poder por el paso del tiempo y las circunstancias. Me refiero al Imperio de Roma, las consecuencias de su disolución y a la recuperación de la tradición del Derecho Romano siglos después en la Universidad de Bolonia

El asunto de la intimidad del autor de la obra mencionada vino a mi memoria cuando me correspondió responder una llamada desde la ciudad de Miami el Viernes 14 de Octubre recién pasado (2016), de alguien que solicitaba una opinión legal de nuestra oficina. Dijo que había conocido a mi padre en Managua en 1966 cuando él (el de la llamada) trabajaba para un banco global de los Estados Unidos, y que en su opinión mi padre era el mejor abogado que había conocido en el país. 

Le agradecí por supuesto desde lo profundo, y hablamos un tanto de esos tiempos antes del terremoto de Managua de finales de 1972 (yo tenía 20 años entonces y estudiaba derecho), así como del cáncer de mi padre que se lo llevó cumpliendo apenas 70 años de edad, cuando estaba pretendiendo regresar fuerte a la profesión después de la locura de la revolución nicaraguënse de 1979-1989.






Esta es una fotografía de mi padre, Alejandro Carrión Montoya, retomada rudimentariamente de otra de un tanto antes de entrar en el cáncer que lo consumió y que se lo llevó al cabo de tres años, en Febrero de 1993, cuando yo estaba cumpliendo 41. ¡Qué desperdicio!

Y fue así como en esa conversación telefónica referida me vinieron a la mente y a mis emociones tantas cosas lindas y profundas, y a mucho orgullo, y así se lo expresé al interlocutor, y a mucha honra, puesto que lo dicho sobre el autor identificado antes me recordó que yo soy en buena medida la obra de  mi padre.  Hoy esa persona de la llamada telefónica es Vicepresidente de la Miami International Office de Merril Lynch.

Salud a todos y les deseo lo mejor.

¡Cuánta falta me hace mi padre!

P.S.: Mi padre tenía sensibilidad social y política. Se opuso a la dictadura dinástica de la familia Somoza hasta su derrocamiento en 1979, y solo puedo imaginar qué podría decir de la otra dictadura dinástica, la de otra familia en nuestro país.