Translate

24 de mayo de 2014

La Música II


LA MÚSICA 

(Segunda de Tres Partes)



Sí, ésta es la bandera de la República de Italia


Bueno, estoy de regreso después de meses de ausencia, aunque esto es un asunto sobre mí mismo y por tanto de carácter personal. Cuando comienzo algo lo termino sin límites de tiempo, salvo la incapacidad o la inexistencia. Cada quien se divierte como puede, lo que equivale a decir que cada quien se expresa como lo desea, sin pretender ofender a nadie, aunque a veces suceda. Pero bien, es la historia de una vida, y se paga el peaje aquí, no  allá. 

La música en Italia: Fue meramente casual que fui a ese país en los años 80 a realizar trabajo diplomático después de Tulane, Nuena Orleáns y prácticamente desde el inicio del gobierno sandinista de aquella época. Representé ese proceso de cambio en Nicaragua durante más de siete años ante los Organismos de las Naciones Unidas en Roma. No tengo arrepentimientos por eso, al contrario, fue un trabajo bien hecho. En otra ocasión diré sobre esto. Por ahora vuelvo a la música.

Aparte de alguna que otra canción del Festival de San Remo no tenía idea de la riqueza de la historia musical de Italia. No tenía por qué. Mi conocimiento directo de la cultura de ese país en 1980 cuando llegué con mi esposa y mi hijo Gonzalo de dos años, se circunscribía a la palabra "ciao" y era mucho. Ni siquiera sabía cómo se escribía "spaghetti". Pero lo más curioso de las cosas de la vida es que tuve la oportunidad de regresar a Roma en los años 90, también como diplomático, y completé casi catorce años viviendo en Italia. La conocí viajando por todo el territorio, o casi todo, aprendí bien el idioma, la cultura, la historia, las diferencias regionales, la política, y por supuesto la música italiana a través de los tiempos.


En mis primeros años en Roma continué con los gustos musicales adquiridos en los años anteriores, y compré un equipo estereofónico mediano con componentes separados y de excelente sonido. El que había llevado a Managua desde Nueva Orleáns quedó en Managua, y recuerdo que el nuevo tocadiscos de tracción directa, el grabador/reproductor doble de casetes y el amplificador integrado eran Technics, aunque el cartucho de sonido y la aguja seguían siendo Audio-Tehchica como en Nueva Orleáns; los altoparlantes eran Infinity de dos vías. No era entonces el tiempo de la música digital ni de los discos compactos. Seguíamos con el vinilo, solo que de mejor calidad, y yo tenía 29 años de edad.

A decir verdad, en esa primera estadía en Roma la preocupación primordial era el asunto de representar la revolución en mi país en los Organismos de las Naciones Unidas en aquella ciudad, y lo tomé en serio, mucho quizás, visto de manera retrospectiva. 


Pero aún cuando no ponía mucha atención a la música italiana en los años 80, estaba ahí,  por todos lados, y no había modo de no escuchar la canción romántica, la canción napolitana, el festival anual de San Remo, y por supuesto la tarantela y otras variantes de la música folclórica.



Por la actividad diplomática que desarrollaba, también estuve expuesto a la música de la India, del Norte de África y del Medio Oriente en las residencias de diplomáticos amigos y en las pequeñas fiestas correspondientes. De la India conocía solamente la música de Ravi Shankar, a quien tuve la oportunidad de ver y escuchar en el Teatro Nacional en Managua a principios de los años 70. La música del Norte de África y del Medio Oriente fueron definitivamente una revelación para mí. No había escuchado antes nada parecido puesto que ni en Managua ni en Nueva Orleáns habían comunidades que expresaran la cultura de esas regiones del mundo. 

Y fue así que con el pasar del tiempo en Roma comencé a poner atención a la música ligera italiana (pop) y a conocer a los principales exponentes de la misma desde sus inicios hasta la fecha, de tal manera que mantengo actualizada mi colección de archivos mp3 de ese género musical, que me gusta mucho. 


Lo anterior sucedió sin alterar ni perder el gusto ni la dimensión histórica y cultural de los géneros musicales que escuchaba en Nueva Orleáns, y que aún escucho, y sin modificar mi interés en conocer y apreciar otras corrientes musicales, aunque sobre la llamada música clásica me referiré en otra ocasión. 





Para mi segunda estadía en Roma, igual por asuntos diplomáticos (mediados de 1992 a mediados de 1997), ya existía la tecnología de la reproducción digital de la música y la música grunge, y adquirí un sistema de sonido modesto pero de buena calidad que instalé en lo que fue mi estudio. No recuerdo el amplificador integrado ni el tocadiscos compactos, aunque muy probablemente fueron japoneses. Los altoparlantes eran Wharfedale, eso sí lo recuerdo bien. Y dicho sea de paso, fui a todo concierto que pude, lo que incluyó a Pearl Jam, U2, Nirvana, Pink Floyd, Jethro Tull, Chick Corea, Jeff Healey, Joe Zawinul, Pat Metheny, Jeff Beck, Ben Harper, Bruce Springsteen, Emerson, Lake & Palmer, Darius Brubeck y no recuerdo qué otros. 

Me acompañó a la mayoría de los conciertos referidos mi hijo Gonzalo ya adolescente. Gonzalo es el que nació en Nueva Orleáns en 1978. Por otro lado, mi hijo Mateo, quien nació en Roma en 1986, estaba muy pequeño aún y solo nos acompañó a alguno que otro de esos eventos. Todavía recuerda que no lo llevamos a ver a Pink Floyd. No lo llevamos por su seguridad. Fue un concierto de más de 25,000 personas al aire libre.