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23 de octubre de 2021

De quesos y quesadillas

 

De quesos y quesadillas

(Publicado en el diario La Prensa de Nicaragua el 5/08/2021 en respuesta a artículo personalizado en mi contra publicado en ese mismo diario.)

 

“El que no quiere vivir sino entre justos, que viva en el desierto.” (Séneca).

Hubo un tiempo en que quise interpretar el episteme del mundo. Inicialmente me fui por las influencias del catolicismo, que se refiere a la vida después de la muerte, lo que me resultó insuficiente. Después leí a Kafka, Camus y Sartre y ninguno de sus personajes terminó en el suicidio, solo en la certeza que proviene de lo absurdo y del sin sentido de la vida.

Por eso escribí un artículo que se llama José Santos Zelaya, a quien me referí ocasionalmente, y alguien saltó, lo que está bien. Hay personas que saben leer y otras no, y no me refiero a repetir palabras sino que a leer en el contexto y entre líneas.

Como dije en el escrito, Zelaya fue el progenitor de mi padrino, una muy buena persona, y usé a José Santos básicamente como excusa para referirme a la pareja del régimen, a quienes solo les falta decir que provienen de un dios y una mortal y que representan un mensaje que no proviene de maestro alguno, sino que de ellos mismos.

Esa pareja está atacando a la Iglesia Católica porque no tolera oposición alguna, menos aun cuando proviene de sacerdotes destacados libres de pecados capitales. A estos los apoyan los feligreses que se acercan a los púlpitos en cada barrio a escuchar el mensaje del credo depurado después de siglos de pugnas entre obispos y concilios doctrinales.

La Reforma Protestante en Europa –que inició en el siglo XVI– terminó con la veneración a las imágenes en los templos por considerarla idolatría. Lo mismo hicieron los judíos milenios atrás y los musulmanes después. No hay imágenes en los templos evangélicos, judíos o musulmanes en el mundo. La salvedad es el símbolo del Cristo crucificado en los templos evangélicos, pero nada más que eso.

Como anécdota menciono las guerras iconoclastas de los siglos VIII y IX en el Impero Romano de Oriente (Constantinopla). Hubo los partidarios de la adoración de imágenes y los contrarios. Dos interpretaciones distintas de una misma religión cristiana que los llevó a conflictos civiles de nunca acabar.

¿Y en la Roma colapsada del Imperio Romano de Occidente, por qué los católicos no se atrevieron a hacer lo mismo? Simple. El papado era ya la autoridad central de la preservación del orden y la civilización latina, y no iban a arriesgar su posición dominante por una cosita tan tonta como las costumbres paganas de elevar plegarias a unas estatuas, costumbres que después de todo venían de milenios atrás, desde los sumerios, egipcios, asirios, babilonios, persas, cananeos, griegos, etruscos, romanos y tantos más.

Lo que el papado decidió fue genial. En vez de atacar la adoración de imágenes propugnó su veneración como la representación de un crucificado, una virgen, ángeles y santos, destruyendo los templos anteriores o consagrándolos, derribando las estatuas de las deidades romanas para sustituirlas con las propias.  Igual hicieron en la América Latina después de Colón.

Basta decir que han existido dioses y diosas desde siempre, y basta la referencia a la India actual y al hinduismo –quizás la religión más antigua– y la tercera más difundida después del cristianismo y el islam. Allá también se veneran estatuas.

Zelaya fue un personaje de la historia de Nicaragua que merece lo que sea. Me da igual. Aquí nos seguimos matando por tonterías. Zelaya fue solo un exponente positivista de los movimientos progresistas radicales y anticlericales que bajaron desde México, provenientes de la Revolución Francesa y de la independencia de los Estados Unidos (EE.UU.).

Francisco Morazán, el hondureño, fue un antecesor de esos movimientos, que cuando se requería pretendían imponerse por las armas a los conservadores y viceversa. Fue fusilado en San José en 1842 cuando desde el exilio pretendió apoderarse de Costa Rica para tomar el resto de la región. Algo así como William Walker, el fusilado en Trujillo en 1860.


Francisco Morazán

Justo Rufino Barrios de Guatemala murió en 1885 en El Salvador combatiendo por la reunificación centroamericana, lo que ya era misión imposible. Zelaya quiso hacer lo mismo dos décadas después, pero fue víctima de su propia ambición de poder como tantos otros, como la pareja del régimen actual.

Zelaya reincorporó la Mosquitia, la mitad del territorio actual de Nicaragua, pero pecó por su continuismo y por el canal que quiso construir a espaldas de los EE.UU., quienes lo sacaron del país. Así llegaron al poder los conservadores entreguistas.