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29 de mayo de 2014

La Música III


LA MÚSICA 

(Tercera y Última Parte)




Entre 1990 y 1992 viví en Viena, Austria, por asuntos diplomáticos como dicho en la Segunda Parte de esta serie de relatos, y concuerdo con quienes consideran esa ciudad la capital mundial de la música,  y no solo de la clásica, la ópera y el vals de los Strauss padre e hijo. 

Sabía desde antes de mi llegada a Austria lo que significaba la historia de ese país y su cultura musical. Lo que no sabía era que los vieneses llevan la música en su ADN y que la escuchan en tántas salas para conciertos, palacios, iglesias o al aire libre, y tan seguido. Son conciertos de altísima calidad en ejecución y sonido donde sea que se escuchen, incluso en parques y plazas para regocijo también de los visitantes, incluyéndome.


Recuerdo perfectamente el concierto en la plaza del Rathaus en el que cantó arias Plácido Domingo acompañado por la Sinfónica de Viena. Los micrófonos colgantes, la altura y su distribución sobre la orquesta en ese espacio al abierto fueron de una precisión nunca antes vista ni escuchada por mí. Y los altoparlantes no se veían puesto que estaban camuflados entre las ramas de los árboles cirncundantes, y el sonido fue espectacular.  

Por aclaración, en este artículo no me voy a referir a los profundos cambios políticos, económicos y sociales que significaron el colapso del llamado socialismo real en Europa central y oriental en esa época, ni al colapso geopolítico de la Unión Soviética. Eso será materia de otro artículo. 


Viena es la sede de la famosa Wiener Musikverein,  la sala de conciertos con acústica impecable que a su vez es la sede de la Orquesta Filarmónica de Viena, una de las mejores del mundo. A la Filarmónica y a la Orquesta Sinfónica de Viena las escuché en distintas ocasiones, incluyendo a Luciano Pavarotti en el canto con su pañuelo en mano, como solía hacer.

Pero en Viena  hay también muchas otras salas para conciertos de música clásica, y auditorios y otras instalaciones de distintas capacidades diseñados para eventos musicales de cualquier orden, incluyendo aquéllos géneros musicales como el jazz, el rock, el blues y lo que se nos ocurra. Algunos de esos conciertos a los que asistí, que no implicaron la música clásica, fueron el de Miles Davis, Joe Cocker, Deep Purple, Blood, Sweat & Tears, Santana, Procol Harum y John Scofield, todos en lugares bajo techo diseñados para escuchar música, con la salvedad del concierto de Santana que fue al aire libre, en la Arena.

Los festivales de música en Viena son muchos, incluyendo la música del período propiamente llamado clasicismo (1750-1820), cuyos mayores exponentes vivieron y compusieron en Austria: Haydn, Mozart y Beethoven. Los dos primeros nacieron en ese país, el tercero en Alemania, pero esto ya lo sabemos, así como sabemos que Viena fue una gran capital imperial que atrajo a esos y a otros genios de la música a través del tiempo, quienes en definitiva desarrollaron técnicas musicales que se convirtieron en escuelas posteriores al clasicismo, es decir el romanticismo y el modernismo (el mismo Beethoven, Schubert, Hummel, Brahms, Bruckner, Mahler, Schöenberg, Berg y Webern entre otros). 



Haydn

Beethoven
Mozart


Pues bien, así fue que comencé en serio a hacer mi colección de música clásica en discos compactos. Sabía bien que en algún momento tenía que llegar a la evolución de esa música como objetivo complementario al conocimiento y satisfacción de lo mío. Esa fue la oportunidad, puesto que en los discos de vinilo no hay solo música; en ciertos pasajes también hay ruidos, y muchos. Las casas discográficas que escogí para adquirir los CD fueron varias, todas ellas producían y distribuían discos a precios moderados. Eran casas especializadas en difundir la música clásica en formato digital, contratando orquestas de cámara, orquestas sinfónicas, violinistas, chelistas y pianistas menos conocidos, pero buenos todos. 


Ya había dejado el vinilo por la tecnología digital que reproducía en un sistema JVC ultra compacto que coloqué cerca de mi escritorio de trabajo. Fue mi primera experiencia con la reproducción digital de la música, y fue tan satisfactoria que aprovechaba viajes a Praga y a Budapest para adquirir todos los CD que podía. En esas ciudades los discos eran aún más económicos que en Viena. Primeramente me concentré en la música instrumental de los siglos XVII al XIX (conciertos, sinfonías, tríos, cuartetos, sonatas para piano, sonatas para violín, sonatas para chelo). 

Por otro lado, a través del tiempo y de estudios personales llegué a la música del renacimiento y a la moderna y contemporánea, de tal manera que la actual colección de mp3 contiene música de los siglos XV al XX y un poco del medioevo. Los CD aún los conservo, incluso los adquiridos vía Amazon en este siglo XXI, y todos los pasé al formato referido. Otra la bajé desde BitTorrent de no sé qué personas que han tenido la sensibilidad de ponerla a disposición del público global con acceso a internet, sin contradecir derechos de autor, y conservando la calidad de reproducción digital. A ellos va mi agradecimiento. 



Brahms
Schöenberg



Mahler



Los dos años vividos en Viena los aproveché al máximo. No solo el trabajo diplomático fue intenso, sino que también la vida social y cultural de la ciudad. Fui a todo concierto de cualquier género musical que fuese al que pude asistir, y fueron muchos, y no solo en Viena, también en Salzburgo, la de Wolfgang Amadeus Mozart. Estoy cierto que nunca antes, ni después, asistí a tantos conciertos en un período tan corto de tiempo: http://es.wikipedia.org/wiki/Viena

Mi hijo Gonzalo, el mayor, tenía 13 años cuando fue a un concierto de Guns N' Roses en el donauinsel solo con un compañero de colegio, y en el transporte colectivo. Tan segura era la ciudad. Mi hijo menor Mateo tenía 5 años de edad. Se lo perdió. Estaba muy pequeño.





24 de mayo de 2014

La Música II


LA MÚSICA 

(Segunda de Tres Partes)



Sí, ésta es la bandera de la República de Italia


Bueno, estoy de regreso después de meses de ausencia, aunque esto es un asunto sobre mí mismo y por tanto de carácter personal. Cuando comienzo algo lo termino sin límites de tiempo, salvo la incapacidad o la inexistencia. Cada quien se divierte como puede, lo que equivale a decir que cada quien se expresa como lo desea, sin pretender ofender a nadie, aunque a veces suceda. Pero bien, es la historia de una vida, y se paga el peaje aquí, no  allá. 

La música en Italia: Fue meramente casual que fui a ese país en los años 80 a realizar trabajo diplomático después de Tulane, Nuena Orleáns y prácticamente desde el inicio del gobierno sandinista de aquella época. Representé ese proceso de cambio en Nicaragua durante más de siete años ante los Organismos de las Naciones Unidas en Roma. No tengo arrepentimientos por eso, al contrario, fue un trabajo bien hecho. En otra ocasión diré sobre esto. Por ahora vuelvo a la música.

Aparte de alguna que otra canción del Festival de San Remo no tenía idea de la riqueza de la historia musical de Italia. No tenía por qué. Mi conocimiento directo de la cultura de ese país en 1980 cuando llegué con mi esposa y mi hijo Gonzalo de dos años, se circunscribía a la palabra "ciao" y era mucho. Ni siquiera sabía cómo se escribía "spaghetti". Pero lo más curioso de las cosas de la vida es que tuve la oportunidad de regresar a Roma en los años 90, también como diplomático, y completé casi catorce años viviendo en Italia. La conocí viajando por todo el territorio, o casi todo, aprendí bien el idioma, la cultura, la historia, las diferencias regionales, la política, y por supuesto la música italiana a través de los tiempos.


En mis primeros años en Roma continué con los gustos musicales adquiridos en los años anteriores, y compré un equipo estereofónico mediano con componentes separados y de excelente sonido. El que había llevado a Managua desde Nueva Orleáns quedó en Managua, y recuerdo que el nuevo tocadiscos de tracción directa, el grabador/reproductor doble de casetes y el amplificador integrado eran Technics, aunque el cartucho de sonido y la aguja seguían siendo Audio-Tehchica como en Nueva Orleáns; los altoparlantes eran Infinity de dos vías. No era entonces el tiempo de la música digital ni de los discos compactos. Seguíamos con el vinilo, solo que de mejor calidad, y yo tenía 29 años de edad.

A decir verdad, en esa primera estadía en Roma la preocupación primordial era el asunto de representar la revolución en mi país en los Organismos de las Naciones Unidas en aquella ciudad, y lo tomé en serio, mucho quizás, visto de manera retrospectiva. 


Pero aún cuando no ponía mucha atención a la música italiana en los años 80, estaba ahí,  por todos lados, y no había modo de no escuchar la canción romántica, la canción napolitana, el festival anual de San Remo, y por supuesto la tarantela y otras variantes de la música folclórica.



Por la actividad diplomática que desarrollaba, también estuve expuesto a la música de la India, del Norte de África y del Medio Oriente en las residencias de diplomáticos amigos y en las pequeñas fiestas correspondientes. De la India conocía solamente la música de Ravi Shankar, a quien tuve la oportunidad de ver y escuchar en el Teatro Nacional en Managua a principios de los años 70. La música del Norte de África y del Medio Oriente fueron definitivamente una revelación para mí. No había escuchado antes nada parecido puesto que ni en Managua ni en Nueva Orleáns habían comunidades que expresaran la cultura de esas regiones del mundo. 

Y fue así que con el pasar del tiempo en Roma comencé a poner atención a la música ligera italiana (pop) y a conocer a los principales exponentes de la misma desde sus inicios hasta la fecha, de tal manera que mantengo actualizada mi colección de archivos mp3 de ese género musical, que me gusta mucho. 


Lo anterior sucedió sin alterar ni perder el gusto ni la dimensión histórica y cultural de los géneros musicales que escuchaba en Nueva Orleáns, y que aún escucho, y sin modificar mi interés en conocer y apreciar otras corrientes musicales, aunque sobre la llamada música clásica me referiré en otra ocasión. 





Para mi segunda estadía en Roma, igual por asuntos diplomáticos (mediados de 1992 a mediados de 1997), ya existía la tecnología de la reproducción digital de la música y la música grunge, y adquirí un sistema de sonido modesto pero de buena calidad que instalé en lo que fue mi estudio. No recuerdo el amplificador integrado ni el tocadiscos compactos, aunque muy probablemente fueron japoneses. Los altoparlantes eran Wharfedale, eso sí lo recuerdo bien. Y dicho sea de paso, fui a todo concierto que pude, lo que incluyó a Pearl Jam, U2, Nirvana, Pink Floyd, Jethro Tull, Chick Corea, Jeff Healey, Joe Zawinul, Pat Metheny, Jeff Beck, Ben Harper, Bruce Springsteen, Emerson, Lake & Palmer, Darius Brubeck y no recuerdo qué otros. 

Me acompañó a la mayoría de los conciertos referidos mi hijo Gonzalo ya adolescente. Gonzalo es el que nació en Nueva Orleáns en 1978. Por otro lado, mi hijo Mateo, quien nació en Roma en 1986, estaba muy pequeño aún y solo nos acompañó a alguno que otro de esos eventos. Todavía recuerda que no lo llevamos a ver a Pink Floyd. No lo llevamos por su seguridad. Fue un concierto de más de 25,000 personas al aire libre.