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15 de octubre de 2020

Lo riesgos del pensamiento



 

Los riesgos del pensamiento

(Artículo publicado originalmente en La Prensa de Nicaragua el 14/10/2020))


 “¿Y tú mujer qué sabes de mí?


No soy ni teórico ni académico. No tengo ni la disciplina ni el método. Solo pienso según experiencia propia; y me expreso según mis limitaciones. Intento sin embargo llegar a conclusiones que tengan sentido para mí, y quizás para otros. 

Soy contrario a Narciso, que diciéndolo claramente, me cae muy mal, hombre o mujer; y que por aquí abundan, los narcisistas digo, en particular los que pretenden ser semidioses de la verdad que han sido el todo y su contrario, y a los que dicen ser lo contrario de lo que fueron antes de 1990. 

Cuando el pensamiento libre fluye, se puede expresar por cualquier medio no censurado hasta la fecha. Quizás sea una expiación individual, aunque esperando de regreso las descalificaciones de rigor, porque la expresión libre comporta riesgos que se deben asumir con valentía: “Tenemos una sola cosa que describir: este mundo. Escribe lo que quieras. Di lo que se antoje: de todas formas vas a ser condenado”. (José Emilio Pacheco). 


Sobre narcisistas y semidioses, Jorge Bolaños Abaunza me dijo una vez, antes de irse de este mundo: “Los comandantes [narcisistas] se creen semidioses y no son más que unos culitos cagados”. La anécdota es real y ciertamente de cuando yo ya pensaba igual que él mucho antes de 1990. Aquí honro su memoria. 

Todo lo anterior me conduce a una realidad de la que no huyo, porque hay los que dicen que no fueron cuando sabemos que sí, como los censores de medios de comunicación en tiempos de Tomasito, entre otros. Cuando al censor se le dice la verdad salta como animalito, pues hay los que tienen cara dura para criticar, pero la piel muy sensible cuando viene la verdad de regreso. Reaccionan de manera furibunda, como oportunistas que son de cualquier situación política que pueda devenir. 

Recuerdo bien a los negros africanos en las Organizaciones de las Naciones Unidas en Roma. Pensaban que lo merecían todo – y se ofendían con facilidad– por aquello del tráfico de esclavos y la colonización europea. Al comienzo les creí, hasta que entendí que se trataba, con algunas excepciones, de mantener el poder de ciertas tribus sobre otras y de enriquecerse. Nada nuevo. 

Los africanos, como las tribus locales y regionales de aquí, se hacían la guerra regularmente para mantener un dominio territorial y tributario, y por tanto su modo de vida. Las deidades locales (de aquí) requerían sangre humana para mantener el equilibrio del cosmos, sangre que había que ir a buscar en las tribus vecinas. Por su lado, tribus africanas (allá) capturaban a vecinos de etnias igualmente negras, para venderlos como esclavos a comerciantes árabes, y siglos más tarde a comerciantes europeos que dominaron las rutas marítimas transatlánticas.

Fue ilustrativo ver en Roma a diplomáticos negros en lujosos vehículos conducidos por blancos. Es la revancha, pensé, por aquello que el comercio europeo de esclavos y el colonialismo son un anti patrimonio histórico de la humanidad. La esclavitud sin embargo es anterior a la propiedad privada (de la tierra), y se desarrolló como un negocio de Estado. Basta saber que fueron esclavos (conquistados) los que en la antigüedad construyeron obras públicas, incluyendo templos y pirámides para dizque dioses encarnados como reinantes.  

Esclavismo de Estado se le puede llamar, como al Capitalismo de Estado hoy. Y hacia el Esclavismo de Estado vamos de regreso en este desdichado país, si lo permitimos, dominado por ahora por una pareja de malvados, sus súbditos, sus fuerzas de seguridad y sus terroristas. Quedaría por tanto solo la familia reinante, que con sus esclavos construirían sus mausoleos a imagen y semejanza de sus símbolos mortales: los sapos y los zancudos de los que se alimentan, aunque pensándolo bien, los zancudos no podrían tener presencia en los mausoleos, puesto que ya se los habrán comido los sapos.



                               

7 de octubre de 2020

La Compañía de Jesús


La Compañía de Jesús

(Publicado previamente en el diario La Prensa de Nicaragua el 6/10/2020)


 “Para encontrarse a uno mismo primero se debe estar perdido”.

 

De los jesuitas vengo, así como mi padre y mis hermanos. Mi nombre de bautismo es Humberto Ignacio de Loyola. La estatua de Ignacio de Loyola, el fundador de la Compañía de Jesús, estaba en el Colegio Centroamérica en Granada (CCA) y está en la UCA Managua, donde igualmente estudié.

Mi padre me matriculó en el CCA (solo varones entonces) después de La Salle de Managua, cuando los jesuitas abrieron sucursal de primaria en la capital. En la sucursal cursé el quinto y el sexto grado. Para el primer año fui al internado en Granada donde se encontraban mis hermanos mayores. El mayor, Alejandro José, fue alejado de este mundo y de su familia a finales de junio, 2020, como consecuencia de la pandemia.

A mis hermanos mayores los respetaban en el CCA por aquello de ser buenos al pugilato. Desafortunadamente heredé esa fama, y tuve que demostrarla alguna que otra vez dentro y fuera del colegio, sin que yo fuera el provocador. Me fue bien sin embargo, y mantuve la fama. (Como anécdota, Noel Rivas Terán, quien falleció años antes que Alejandro José, lo llamaba anti establishment por su rebeldía legendaria).

En el internado en Granada aprendimos disciplina en un contexto de estudios, religión y deportes, algo así como una educación griega clásica. Salíamos los fines de semana para ir a nuestras casas y regresar los domingos al cine de la noche. Era en Managua donde socializaba con las jovencitas en fiestas y en sus casas. No había comprendido aún el porqué del CCA ni el de la Compañía de Jesús, pero una vez al año se nos permitía hacer disparates de adolescentes en el día del Rey Feo.

Fui feliz en el internado al inicio de mi adolescencia, y los jesuitas no se habían convertido al cambio social con aquello de los curas obreros y la teología de la liberación. Granada fue la época de la continuidad del franquismo en España, y del somocismo en Nicaragua. Pero mi hermano Alejandro José comenzó a contrastar a Somoza con la UNO de entonces, la de Fernando Agüero, desde que tenía 17 años. Los años del tercero al quinto (1966-1969) los cursé en Managua porque el CCA había dejado Granada por la capital, el centro del poder en el país.

Los jesuitas han sido históricamente expulsados de Europa y de América Latina, incluyendo Nicaragua, por revoltosos sociales y políticos, hasta que se apaciguaban. No es casualidad que la orden haya sido fundada en el Siglo XVI –por un militar vasco– como vanguardia frente al protestantismo (y los abusos del poder). Y por ahí andábamos en los años del bachillerato en Managua, pero se calmaron de nuevo después del fracaso de la revolución sandinista. Hoy tienen Papa después de Juan Pablo II, el enérgico y carismático polaco anticomunista; y de Ratzinger, el simplón teórico y aislado alemán, que renunció por no tener base de sustento.

Los jesuitas están ahora depurados de su experimento con la teología de la liberación, de la que alguna vez fui influido sin haber leído texto alguno al respecto. Cambiaron ruta cuando el general Arrupe y su estado mayor emigraron de Pablo de Tarso (judío-fariseo-converso), Agustín de Hipona (libertino-converso-griego) y Tomasito Aquino (cristiano-griego), a Carlitos Marx (judío-alemán), para incidir en la sociedad y cambiarla a través de nosotros los reclutas.


Ignacio de Loyola

Para el suscrito, José Antonio Sanjinés (q.e.p.d.) fue una referencia consecuente. De hecho, varios de los compañeros del colegio se fueron a cambiar la sociedad desde abajo uniéndose al FSLN, del que ya no queda nada. Ellos, los que salieron del EPS, pueden incidir en cambiar la sociedad desde arriba hacia algo mejor. Quizás se atrevan, o sus vidas y la de los muertos por la causa revolucionaria habrán sido inútiles.

Estamos a tiempo, mañana será muy tarde. Seríamos esclavos de una pareja de desquiciados, y no queremos eso.