Translate

25 de septiembre de 2020

Doctor en Derecho

 

Doctor en Derecho

(Artículo publicado previamente en La Prensa de Nicaragua el 25/09/2020)


Me identifico en estos escritos como Doctor en Derecho porque así me gradué en la Universidad Centroamericana, Managua (UCA) en 1975. Continué con una maestría en derecho comparado en el exterior y otros estudios, y fui diplomático dieciséis años.

La maestría fue la de Master of Laws (LL.M.) en la ciudad preferida de William Walker, Nueva Orleans. Allá el título de abogado es Juris Doctor (J.D.), o sea Doctor en Derecho, que se obtiene después de una licenciatura de cuatro años (B.A.) y de tres años de derecho (J.D.). Luego sigue el LL.M. 

En el primer año en la UCA cursé historia de la cultura y la civilización, ideas políticas, organización social y del estado, filosofía, historia del derecho, economía y teología, pero también comencé con lecturas propias que contrasté con mi formación religiosa. Me alejé gradualmente del idealismo teológico y filosófico para acercarme al materialismo.


Por un tiempo en la UCA fui vago consciente y con calificaciones más que aceptables. Fue la época del cannabis; y me interesé más en aprender que en demostrarlo. En el transcurso de los años me fui desprendiendo de la filosofía de la angustia, la alienación y la nada, para quedarme con los sedimentos de la filosofía del absurdo. Marx el alemán, por otro lado, jamás entendió la naturaleza humana, y lo dejé hace mucho en el cajón de obras ya olvidadas.

Aclaro que después del bachillerato me fue ofrecida una beca para estudiar en la Universidad de Michigan. No la tomé. Decidí derecho en Nicaragua para entender ciertas cosas porque venía de la formación jesuita de la pre-revolución, de la que posteriormente se arrepintieron. Fue una decisión cultural la mía, con la intención de ir después al exterior y saltar a otros asuntos. 

Y salté a la diplomacia en la década de los 80 cuando regresé de la maestría, pero la diplomacia se fue a otra dimensión porque aquí no existe la profesionalidad en el sector público, solo la servidumbre; y yo no soy siervo de nadie.



En la UCA jamás pensé que ejercería la abogacía. La sola noción de ser abogado en una sociedad que rechazaba (dictatorial, desigual e injusta) me era repugnante. La ley y el derecho no eran relevantes, solo las relaciones de poder y del dinero. Hoy este asunto de la ley, el poder y el dinero es aún peor, y el todo me sigue repugnando. No hemos avanzado nada, al contrario, vamos hacia la barbarie que se expresa en la corrupción más descarada en las instituciones públicas, la impunidad, el adoctrinamiento, la propaganda burda, la represión, la cárcel y la muerte.

Aquí existe una familia que corrompió todo, y muchos son partícipes y cómplices para mantenernos en la sumisión. Es una involución histórica y cultural. No hay pensamiento crítico que no sea atacado por la caterva de siervos del régimen. Nadie puede pensar diferente de la familia, mucho menos expresarlo, ni puede haber avance social alguno sin rendirle pleitesía y agradecimientos a la pareja de ignorantes. Un absurdo en un país absurdo.


Si el capitalismo irrestricto es un monstruo que nos devora desde arriba, lo es también el socialismo. No hay sistema político y económico perfecto. Los nórdicos hacen sus ajustes libremente porque creen y confían en sí mismos, en su organización social y en sus instituciones. Es su historia, su cultura y su futuro.

Nosotros aquí no estamos bajo sistema ideológico alguno, sino bajo la lógica retorcida del poder de una familia dispuesta a todo para no dejarlo, y para mantener su riqueza mal habida. Son tan negados de intelecto que pretenden estar librando una batalla cósmica entre las fuerzas del bien y del mal, sin percatarse que el mal está en ellos mismos. 

No hay nada que celebrar en Nicaragua, más que lo absurdo del régimen, y la inexistencia de la ley, el derecho y la justicia.