El
diario La Prensa
"Vale más actuar exponiéndose a arrepentirse de ello, que arrepentirse de no haber hecho nada." Giovanni Boccaccio.
No
soy ni analista político ni teórico de la revolución (Dios me libre), pero
escribo en La Prensa por lo que aquí explicaré. Digo de entrada que si supiese
dibujar sería caricaturista, porque tiendo a “dibujar” caricaturas con las
palabras.
Cada
quien se expresa según su experiencia de vida, todo incluido. Lo contrario
sería admitir que en vez de intelecto propio tenemos un implante artificial equivalente
al lavado de cerebro. Esto del implante es de ciencia ficción, aunque no por
mucho, y el lavado de cerebro ya se hace aquí en los colegios públicos.
Entre
1981 y 1988 fui Representante Permanente de Nicaragua ante los Organismos de
las Naciones Unidas en Roma (ONU). Llegué a los 29 años de edad después de
haber vivido cuatro años en Nueva Orleáns y un poco más de un año en Managua. En
Nueva Orleans me había integrado a los comités de solidaridad –contra la dictadura
de entonces– después del asesinato, a inicios de 1978, de Pedro Joaquín
Chamorro Cardenal, el del diario La Prensa.
En
Roma recibíamos Barricada y La Prensa vía valija diplomática. Eso lo tomé como
un gesto del pluralismo contemplado en el programa de la Junta de Gobierno de
Reconstrucción Nacional. La Prensa sin embargo dejó de llegar antes y después
de su cierre impuesto por Tomasito y los suyos. Barricada ya se había
convertido en un mero instrumento de propaganda del FSLN, magnificada por el
incremento de la guerra de la contra, todavía en tiempos de la Guerra Fría.
Al interactuar
en un medio diplomático multilateral, y estando en esa gran escuela histórica y
cultural que es Italia, decidí dejar a un lado ciertos prejuicios ideológicos, así
como años atrás había dejado a un lado dogmas religiosos.
Reconozco
que algunos de los motivos por los que entré en ese (otro) período de reflexión,
fue el haber conocido el narcicismo y la megalomanía disfrazada de Fidel Castro
(que me perdonen los amigos cubanos); así como los regímenes de la entones RDA
(la del Muro de Berlín) y la Rumanía de la omnipresente familia Ceaucescu. En
este último caso, cuando regresaba a Roma de Bucarest, donde participé en una
conferencia diplomática en 1984, me tocó una joven mujer en el asiento de al
lado en el avión. Conversamos en italiano, y en fin de cuentas me dijo que se
había casado con un extranjero para poder salir de Rumanía y vivir la libertad.
El diario Barricada desapareció después de la debacle del FSLN de 1990, porque su director, Carlos Fernando Chamorro Barrios, trató de convertirla en un medio de información veraz y democrático, acorde con los tiempos, mientras que Tomasito quiso que siguiera siendo un instrumento de propaganda partidaria. El director fue por tanto despedido y el diario cerró porque no se compraba y el partido no lo podía seguir subsidiando. La Prensa continuó, a la que en una de mis equivocaciones anteriores había considerado de derecha. Es por eso que escribo en ella, a no ser que estar a favor de la libertad, la democracia y la justicia sea ser de derecha.
A propósito de ideologías, a mediados de 1988 fui despedido del servicio exterior y de la Cancillería, y me quedé fuera del gobierno del FSLN por decisión propia. (Regresé a la diplomacia en tiempos de Violeta Barrios de Chamorro, esa gran presidenta).
Por
su parte El Nuevo Diario fue obligado a cerrar en el 2019 por los chantajes del
régimen actual, pero no ha podido silenciar a La Prensa, ni a Confidencial de
Carlos Fernando Chamorro Barrios, ni a 100% Noticias. De las experiencias de La
Prensa viene Cristiana Chamorro Barrios, probable candidata a la presidencia, quien
no cayó en la trampa de la Ley de Agentes Extranjeros.
A la
decrépita represora de hoy (y a su decrépito marido), ebria por los efectos del
poder y la ambición desmedida, entrada en pánico frente a la familia Chamorro, Ge
Erre Ene seguramente le diría de manera burlesca: “Después, ya bien borracha,
ya casi te caías. / Cogida de mi brazo doblabas las canillas. / Quise mandarte
en taxi; me dijiste que no. / Y en una de esas calles, por donde tú venías, /
un chofer manejando, como a setenta millas, / como una remolacha ¡ra-flá! Te
destripó.”