Donde dije Pence quise decir Vance o el pez por su boca
muere
(Publicado originalmente en el diario digital de Nicaragua
La Prensa)
Este cuento va a costar un pedazo de mí que de otra manera no estaría dispuesto a darlo, pero antes es de rigor hacer un reconocimiento a esa gran señora Violeta Barrios de Chamorro, la única y auténtica madre de la paz de los nicaragüenses.
Como
presidenta de Nicaragua no persiguió a nadie, no encarceló, no envió a persona
alguna al exilio, no acusó de traición, ni confiscó bienes; permitió la
irrestricta libertad de expresión y de prensa, el libre ejercicio de la
democracia, jamás usó lenguaje soez para expresarse, y menos pretendió
descalificar a gobernantes de otros países, ni a directores de organismos
internacionales. Pretendió sin embargo una verdadera reconciliación entre
nicaragüenses después de una guerra absurda, vistió con propiedad, sobriedad y
elegancia. Una verdadera dama con reconocimiento internacional.
Mis
condolencias a la familia Chamorro Barrios. Sé que todos sienten el orgullo de
venir de esa gran dama y de su esposo mártir, Pedro Joaquín Chamorro.
Ahora
el cuento. “Están afuera los cuchillos de sus vainas, y un accidente te podría
ocurrir si sos incauto. De paranoia yo no sufro menos mal, aduladores y
mediocres reinarán. Las mentes libres no tienen voto de obediencia con nadie.”
Ese
verso es parte de lo propio del lejano 1988, cuando desde el Ministerio de Relaciones
Exteriores de Alicia en el país de las maravillas, me despidieron
brutalmente del servicio diplomático por ser yo mismo, o sea libre con todos
mis defectos y equívocos, es decir mis averías. Hoy seguimos en lo mismo, no
hay evolución de nada y menos dialéctica, sino lo contrario. Nada en este país,
desde donde me expreso, ha cambiado sino para lo peor. Álvaro Baltodano, Comandante
Guerrillero, compañero en el CCA y gran amigo de la adolescencia, fue sacado brutalmente
de circulación. Me llamó cuando falleció mi hermano mayor Alejandro José y
después cuando falleció mi madre Mary Josephine. Soy un agradecido por su
amistad. Desde aquí quisiera que supiese que lo abrazo.
Los hunos de las estepas centroasiáticas, con un Atila a la cabeza, se dedicaron a
saquear por el botín desde allá hasta las Europas. Dicen los historiadores que
Atila falleció en el siglo V como consecuencia de sus excesos, pero no lo creo.
Atila está aquí entre nosotros, saquea y reparte el botín entre los suyos, como
cualquier otro ser vulgar amparado en su horda miserable. Los de Atila fueron marabuntas
a caballo, bajos, robustos y resistentes, y jinetes igualmente bajos, robustos
y resistentes, que no sabían hacer más que disparar flechas y cortar cabezas. Dicen
incluso los que saben, que los Hunos no se bajaban de sus monturas, sino que para
aparearse con sus mujeres en los carros que los seguían. Desparecieron de
Europa cuando Atila el caudillo falleció. Su imperio se esfumó por la lucha entre
sus hijos que pretendieron ser el rey. Su mujer no contó para nada. El consejo
de tribus la descartó.
La
horda de los hunos se retiró a su lugar de origen, no porque quiso, sino porque
se excedió de tal manera que no pudo seguir arreando el ganado (nosotros) en los
territorios conquistados. No reprodujeron instituciones incluyentes, más que
las propias de las tribus nómadas, arreadores de ganados, o sea, nada; y
desaparecieron dejando un rastro de saqueo, destrucción y muerte.
Disculpe
paciente lector si abuso de su tiempo para leer este breve cuento. La intención
es que reflexionemos sobre quiénes somos, no sobre lo que hemos sido, para poder
entendernos y dejar de ser estúpidos. Atila sigue aquí y tiene una mujer desquiciada
por la ambición de poder sin importarle nada ni nadie. Allá los vasallos que se
siguen inclinando para que no se les corte la cabeza. Los hunos abundan en
estas tierras, pero son muchos más los otros.
“Que
incómodo es realmente no saber cuál es tu destino. Ya lo tenía todo preparado,
pero un señor feudal lo confiscó. Más no está claro él con quien topó porque la
lucha estoy dispuesto a dar por mantener aquélla que es mi libertad”. (Dedicado
a un pariente cercano, entonces Comandante de la Revolución en 1988, otro
soberbio, ahora exiliado, que dicen que ahora es humilde).
Si el pez por su boca muere, no será por la mía porque reconozco mis errores y me disculpo por ellos. Cuando dije Pence, un tiempo atrás, quise decir Vance, y Violeta Barios siempre fue auténtica. ¿No es así Rosario?