¿Otro traidor?
(Artículo
de opinión publicado en
el diario La Prensa de Nicaragua el 26/04/2022)
“Si
no estás conmigo estás contra mí” (dicho por alguno desde la antigüedad).
Esa
frase, quien quiera que la haya formulado, es una sentencia de muerte porque va
contra la vida, la cooperación, la armonía, el equilibrio social, el desarrollo
de las personas y la libertad. La frase esconde miedo, inseguridad, imposición,
conflicto y el sometimiento de algunos. No permite la auto realización, el
aprendizaje, el cambio. Solo crea fronteras y distanciamiento, expresa juicios,
soberbia, egoísmo y una visión distorsionada de la condición humana. Promueve odio,
desigualdad y caos. Hoy estamos en un mundo del A o B, del blanco o negro, un
mundo de resta y no de suma. (Adaptado
de un sitio web de distribución pública).
Esa
frase podría igualmente provenir de la intolerancia de los tiranos que no admiten
la crítica, menos la oposición a su régimen. Sería desestabilizador para ellos y
su sucesión en el poder. La oposición debe ser desarticulada por cualquier
medio y con cualquier mentira. ¿No ha sido así desde siempre, incluso desde que
alguno dijo “mi reino no es de este mundo” y lo clavaron en una cruz?
En
los tiempos de Jesús en Jerusalén, los antimotines romanos lo persiguieron con el
beneplácito de los mismos judíos del Sanedrín, los de la preservación de su poder
local y sus privilegios desde el regreso del cautiverio en Babilonia. Se trataba
de mantener el statu quo colaborando
con la Rusia y la China del momento. Pactaron para impedir el cambio que
eventualmente no pudieron evitar. El
cordero sacrificado fue un inocente predicador de una vida mejor y de la
salvación eterna, lo que eso signifique, predicación que le llegaba a una
sociedad anclada en un pasado de rituales sin sentido y en la hipocresía; y tanto
los del Sanedrín como los romanos lo hicieron crucificar por el temor a la
primavera de abril, mayo y junio de ese año.
En
aquella época a Jesús no lo podían acusar de crimen organizado, narcotraficante,
lavado de activos, terrorista, golpista, traficante de armas, de difundir noticias
falsas o de proliferación de armas de destrucción masiva. Fue otro quien ya había
hecho esto último según el mito, lo de las armas de destrucción masiva digo.
Nos creó, nos ahogó con un diluvio universal (menos a una familia) y siglos después
envió misiles nucleares contra prósperas ciudades porque adoraban a otros
dioses. Jesús por otro lado solo hacía y predicaba el bien. Me rehúso a pensar
que a él se le pueda atribuir la nefasta frase ya indicada (Mateo 12,30; Lucas
11,23).
Fueron
los persas quienes liberaron a los hebreos del cautiverio en Babilonia para que
regresaran a Judea a reconstruir su templo, y para ser aliados frente a las potencias
circundantes. Geopolítica le llaman los entendidos. Hoy los persas modernos y
los israelíes son enemigos acérrimos porque los persas tienen a Israel como una
pieza desestabilizadora de los Estados Unidos, en un lugar lejano geográfica y
culturalmente. Es por el petróleo por supuesto mientras sea requerido por los Estados
Unidos, aunque ahora menos por su autosuficiencia relativa. Aun así hoy le
besan los pies a Nicolás por el petróleo venezolano. El enemigo por ahora es
Vladimir Putin el ruso y Xi Jinping el chino, pero Rusia quedará muy debilitada
después de la guerra insensata contra Ucrania. Seguramente no representará por años
por venir un peligro para el resto de Europa, a pesar de las bravuconadas de
Putin, el genocida aliado de los genocidas tropicales. ¿Putin cayó en una
trampa por soberbio?
En
el medio siglo que duró el cautiverio en Babilonia más de quinientos años antes
de Jesucristo, los rabinos del anterior Reino de Judá ordenaron la compilación de
la tradición hebrea para la posteridad. Los escribas pusieron por tanto por
escrito el Pentateuco (la Torá) basados en textos dispersos y en la tradición
oral (el Talmud). Son los rabinos quienes interpretan los textos en las
sinagogas y en las escuelas rabínicas, y quien se contrasta es expulsado del
templo, de las escuelas o del partido según el caso.
Judas
Iscariote, el discípulo de Jesús, es popularmente considerado un traidor porque
una cierta noche lo entregó al Sanedrín, que reunido de emergencia como máximo
tribunal religioso y judicial, fue juzgado. Jesús fue hallado culpable de
blasfemia por aquello de dar a entender que era hijo de Dios, una blasfemia
penada con la muerte según la ley mosaica, pena que no se podía ejecutar por
ser competencia exclusiva del prefecto romano, en ese entonces Poncio Pilatos. Pilatos
trató inútilmente de salvar a Jesús de las turbas pagadas por el Sanedrín, pero
cedió ante las presiones para evitar, según los del Sanedrín, un mal mayor, una
revuelta de los seguidores de Jesús con él a la cabeza.
Judas
Iscariote no fue un traidor. Solo cumplió con su papel en conformidad con el
diseño de Jesús, y quizás de alguien más, así como no son traidores los que se
disocian públicamente del régimen, ya sea por asuntos de conciencia o
por evitar sanciones que conducen al ostracismo.
Ya
pasada la Semana Santa, con todo su simbolismo, y finalizando el mes de abril,
vi en un cierto lugar a uno de los príncipes herederos acompañado
de múltiples guardaespaldas portando radioteléfonos, y seguramente armas de
fuego ocultas.
Es el pánico pensé. El pánico de la mentira de pocos frente a la verdad de los demás.