A Edgard Lang y Allan Rivas in memoriam
(Este artículo fue escrito
antes del fallecimiento de mi hermano mayor Alejandro José, el 27/06/2020 en un
hospital de Managua en plena pandemia del coronavirus, y fue publicado en el diario La Prensa de Nicaragua el 3/07/2020)
In memoriam también,
Alejandro José
Un magnate de los Estados Unidos a finales del
siglo XIX dijo: “ve tan lejos como puedas ver; cuando llegues allí, serás capaz
de mirar más lejos”. Se refirió a lo que se podía lograr en dinero y en poder
supongo. Más dinero más poder, y así, hasta que los valores colapsan por no
tener respaldo económico –la burbuja especulativa–, colapso que afecta a los
que no saben jugar el juego, y nunca a los juegan con los dados cargados.
Edgard Lang y Allan Rivas, ambos amigos de
juventud muertos en tiempos de la insurrección contra Somoza, tuvieron visiones
antagónicas de la sociedad. Tuvieron en común sin embargo que no pretendían ni
dinero ni poder, jugaron limpio sus apuestas. Uno quería que la sociedad
cambiara y el otro que se mantuviera el statu
quo. Ambos perdieron la vida y sus apuestas a juzgar por los resultados.
Edgard y Allan fueron de extracción burguesa,
lo que eso signifique según la jerga marxista de entonces, con la que alguna
vez me identifiqué, llegando a comprender “científicamente” más adelante que solo
soy un pequeño burgués, aunque sui géneris, y me está bien. No veo a nadie hacia
arriba ni hacia abajo, ni discrimino por el color de la piel.
Ni Edgard ni Allan ni el suscrito teníamos
medios de producción pero sí acceso holgado a desarrollar una conciencia
propia. Es natural que uno vaya recorriendo su propio camino en un mundo que se
va descubriendo. Después de todo la realidad se manifiesta por sí misma sin
idealizaciones imaginarias.
Edgard trató de reclutarme –sin decirlo– antes
de irse a la clandestinidad, hablándome de la situación social del país. ¿Qué
hay de nuevo? Respondí. El idealismo no lo descarté, pero no tenía claro nada,
menos ir a lo desconocido dirigido por desconocidos. Se trataba de tener fe en
quién sabe quiénes cuando ya no me ocupaba de mitos. Preferí quedarme en tierra
de nadie antes que seguir el camino de otro.
Fue a partir del asesinato de Pedro Joaquín Chamorro
algunos años después, que estando en el exterior me decidí por el lado
dialéctico de la historia, hasta que los entonces dirigentes de la revolución
se convirtieron en su propia antítesis.
Allan murió en el campo contario al de la
insurrección por ser leal a una familia. Esto fue lo que me dijeron los
conocedores del asunto. Fue por lealtad, y le fue mal, igual que a Edgard con
su lealtad con la causa revolucionaria. Ambos muertos a tiros como tantos
otros. Edgard es uno de los Mártires de Veracruz, y Allan pasó a “otro plano de
vida” sin que sea recordado públicamente. Aquí lo hago hoy, amigos ambos,
inocentes de lo que vendría. Los demás amigos sobrevivientes e intelectualmente
honestos ¿dónde están?