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23 de octubre de 2021

De quesos y quesadillas

 

De quesos y quesadillas

(Publicado en el diario La Prensa de Nicaragua el 5/08/2021 en respuesta a artículo personalizado en mi contra publicado en ese mismo diario.)

 

“El que no quiere vivir sino entre justos, que viva en el desierto.” (Séneca).

Hubo un tiempo en que quise interpretar el episteme del mundo. Inicialmente me fui por las influencias del catolicismo, que se refiere a la vida después de la muerte, lo que me resultó insuficiente. Después leí a Kafka, Camus y Sartre y ninguno de sus personajes terminó en el suicidio, solo en la certeza que proviene de lo absurdo y del sin sentido de la vida.

Por eso escribí un artículo que se llama José Santos Zelaya, a quien me referí ocasionalmente, y alguien saltó, lo que está bien. Hay personas que saben leer y otras no, y no me refiero a repetir palabras sino que a leer en el contexto y entre líneas.

Como dije en el escrito, Zelaya fue el progenitor de mi padrino, una muy buena persona, y usé a José Santos básicamente como excusa para referirme a la pareja del régimen, a quienes solo les falta decir que provienen de un dios y una mortal y que representan un mensaje que no proviene de maestro alguno, sino que de ellos mismos.

Esa pareja está atacando a la Iglesia Católica porque no tolera oposición alguna, menos aun cuando proviene de sacerdotes destacados libres de pecados capitales. A estos los apoyan los feligreses que se acercan a los púlpitos en cada barrio a escuchar el mensaje del credo depurado después de siglos de pugnas entre obispos y concilios doctrinales.

La Reforma Protestante en Europa –que inició en el siglo XVI– terminó con la veneración a las imágenes en los templos por considerarla idolatría. Lo mismo hicieron los judíos milenios atrás y los musulmanes después. No hay imágenes en los templos evangélicos, judíos o musulmanes en el mundo. La salvedad es el símbolo del Cristo crucificado en los templos evangélicos, pero nada más que eso.

Como anécdota menciono las guerras iconoclastas de los siglos VIII y IX en el Impero Romano de Oriente (Constantinopla). Hubo los partidarios de la adoración de imágenes y los contrarios. Dos interpretaciones distintas de una misma religión cristiana que los llevó a conflictos civiles de nunca acabar.

¿Y en la Roma colapsada del Imperio Romano de Occidente, por qué los católicos no se atrevieron a hacer lo mismo? Simple. El papado era ya la autoridad central de la preservación del orden y la civilización latina, y no iban a arriesgar su posición dominante por una cosita tan tonta como las costumbres paganas de elevar plegarias a unas estatuas, costumbres que después de todo venían de milenios atrás, desde los sumerios, egipcios, asirios, babilonios, persas, cananeos, griegos, etruscos, romanos y tantos más.

Lo que el papado decidió fue genial. En vez de atacar la adoración de imágenes propugnó su veneración como la representación de un crucificado, una virgen, ángeles y santos, destruyendo los templos anteriores o consagrándolos, derribando las estatuas de las deidades romanas para sustituirlas con las propias.  Igual hicieron en la América Latina después de Colón.

Basta decir que han existido dioses y diosas desde siempre, y basta la referencia a la India actual y al hinduismo –quizás la religión más antigua– y la tercera más difundida después del cristianismo y el islam. Allá también se veneran estatuas.

Zelaya fue un personaje de la historia de Nicaragua que merece lo que sea. Me da igual. Aquí nos seguimos matando por tonterías. Zelaya fue solo un exponente positivista de los movimientos progresistas radicales y anticlericales que bajaron desde México, provenientes de la Revolución Francesa y de la independencia de los Estados Unidos (EE.UU.).

Francisco Morazán, el hondureño, fue un antecesor de esos movimientos, que cuando se requería pretendían imponerse por las armas a los conservadores y viceversa. Fue fusilado en San José en 1842 cuando desde el exilio pretendió apoderarse de Costa Rica para tomar el resto de la región. Algo así como William Walker, el fusilado en Trujillo en 1860.


Francisco Morazán

Justo Rufino Barrios de Guatemala murió en 1885 en El Salvador combatiendo por la reunificación centroamericana, lo que ya era misión imposible. Zelaya quiso hacer lo mismo dos décadas después, pero fue víctima de su propia ambición de poder como tantos otros, como la pareja del régimen actual.

Zelaya reincorporó la Mosquitia, la mitad del territorio actual de Nicaragua, pero pecó por su continuismo y por el canal que quiso construir a espaldas de los EE.UU., quienes lo sacaron del país. Así llegaron al poder los conservadores entreguistas. 


26 de julio de 2021

José Santos Zelaya


José Santos Zelaya

(Publicado en el diario La Prensa de Nicaragua el 22/07/2021)

 

Hay quienes escriben regularmente en las páginas de opinión en este diario. Hay otros que lo hacen de manera esporádica, a veces para contrarrestar un artículo anterior sobre algún personaje de nuestra historia. Me refiero en este caso a José Santos Zelaya, progenitor del que fue mi padrino.




Uno de los que escribe regularmente ya salió del país y ahora lo hace desde fuera. No desea estar en prisión, pero tampoco su hermana –ambos críticos del régimen–, quien ya se había ido antes. Los que quedan van siendo menos y Daniel y Rosario lo saben; y por ser vengativa esa señora, envió a sus hordas a intimidar a la familia del que se fue recientemente. Mala señora, muy mala, pero no se ha atrevido a morder la mano de Gioconda, quien la asistió en San José mientras otros hacían la guerra en Nicaragua. Otra cosa ha sido con los Chamorro de La Prensa, a quienes al parecer odia a pesar que en su momento la acogieron con afecto.

Saulo de Tarso, perseguidor de los primeros cristianos, escribió que tuvo un llamado inalámbrico sin poseer un dispositivo receptor, cuando en aquellos tiempos se creía en semejante cosa. Pero el llamado no fue solo una voz imaginaria, fue un cambio radical en su código genético. Pasó de ser una persona a otra radicalmente distinta y contraria a la anterior.

Un milagro dicen algunos aunque yo prefiero pensar que son personas emocionalmente inestables, o igual que la deben, al menos moralmente, pretendiendo la expiación de sus culpas, aunque no sea posible porque no hay un más allá fuera de la imaginación (y está bien). La imaginación les sirve a muchos para resignarse a las cuitas terrenales mientras los del dinero y del poder siguen haciendo de las suyas. ¿Pero yo qué puedo saber de estas cosas?, solo soy un pequeño burgués como los mestizos “revolucionarios” del régimen. Los de arriba solo observan y maniobran en la oscuridad como siempre.

Los del régimen de aquí insisten en que nuestros males son culpa del imperialismo yanqui sin admitir el levantamiento social espontáneo del 2018, ni la pandemia china, ni otra causa real. Esto es motivo de hilaridad y de llanto cruel al mismo tiempo. Hoy en Cuba y Venezuela es igual.

El sabio de los años 80 a quien me he referido en otras ocasiones, me expresó que el cura canciller de entonces tenía una tirria homosexual contra los Estados Unidos (EE.UU.) asistido por el secretario general y el asesor jurídico. El primero ya falleció, el segundo se desligó de Daniel, y el tercero desapareció del panorama.

¿Y el hermano de Gioconda?, pues no es Saulo de Tarso ni Agustín de Hipona, pero pienso que entendió tiempo atrás, como José Santos Zelaya, que no le puedes pedir a una élite social y política atrasada y anclada en el pasado, que acepte un cambio hacia el futuro sin el uso de la fuerza. Zelaya fue duro contra el conservadurismo heredado de la Colonia Española y la Iglesia Católica, como lo fue Benito Juárez en México (1858), Gerardo Barrios en El Salvador (1859), Justo Rufino Barrios en Guatemala (1873) y el mismo Zelaya en Nicaragua (1893). Nicaragua como siempre llegando tarde a todo.

En el México post independencia, la reforma liberal comenzó después de la guerra contra los conservadores del pasado colonial. Uno de los líderes liberales, Benito Juárez, un indio Zapoteca, no un mestizo, fue el Zelaya de por allá, con la salvedad que Zelaya se educó en Francia, y no estoy cierto que fuese europeo o mestizo, como lo son Daniel y Rosario.

En México, Juárez, el autóctono educado en la ahora Universidad de Oaxaca, nos enseñó otra lección defendiendo a su país frente a los embates de los franceses, quienes querían apropiarse del territorio cuando los EE.UU. estaban distraidos con su guerra civil. Allá ganó el norte yanqui, no los esclavistas del sur en la segunda mitad el siglo XIX; y en México ganaron los mexicanos contra los franceses, que fueron apoyados por los conservadores monárquicos, y fusilaron al emperador enviado por Napoleón III. El nacionalista Juárez es también un héroe nacional contra el oscurantismo conservador, y a nadie en México se le ocurre criticar los monumentos dedicados a su memoria. Zelaya se opuso a los ingleses y al expansionismo de los EE.UU. en Nicaragua.

Si queremos derribar estatuas como en alguno que otro país, comencemos con las estatuas en las iglesias, porque eso es paganismo.


1 de febrero de 2015

Desunión Regional IV


Humberto Carrión
(Doctor en Derecho, LL.M.)



CAUSAS HISTÓRICAS DE LA DESUNIÓN EN CENTROAMÉRCIA

DESDE LA CONQUISTA HASTA MEDIADOS DEL SIGLO XXPARTE IV



LA FORMACIÓN DE LOS ESTADOS NACIONALES


La revolución liberal y las economías cafetaleras en Guatemala y El Salvador


Planta de café
La producción del café necesitaba un cambio radical en el régimen de la tenencia de la tierra, el crédito agrícola, la disponibilidad de la fuerza de trabajo y en la infraestructura física. La Revolución Industrial europea y la consiguiente expansión comercial sentó las bases para que estos cambios se pudieran realizar en Centroamérica. La demanda de café en última instancia ayudó a convertir la región en un productor de materias primas para el mercado internacional. En pocas palabras, las anteriores colonias españolas estaban por vincularse de manera definitiva y subordinada a los mecanismos del capitalismo internacional establecidos por Gran Bretaña y Alemania primero, y los Estados Unidos después.

La clave de la estabilidad política relativa en Honduras y El Salvador había sido la Guatemala de Rafael Carrera hasta 1865. En ese año Carrera murió y para mediados de 1871 los liberales habían tomado el poder --por medio de revueltas-- en esos tres países. Con la excepción de Nicaragua y Honduras, Centroamérica "marchó hacia el mundo moderno bajo el liderazgo de hombres vigorosos que tomaron conciencia de la historia y que basaron sus acciones en los escritos positivistas del día." (Traducido de la obra de Mario Rodríguez, Central America, 1965).

En 1871 el caudillo militar Justo Rufino Barrios al frente del gobierno de Guatemala comenzó la transformación del país y de la sociedad alrededor del cultivo del café, y tomó el lugar de Carrera como hacedor de presidentes en la región hasta su muerte en 1885. Barrios eliminó el poder político y los intereses económicos de los conservadores y de la Iglesia, y sustituyó las instituciones hispánicas que les habían servido, adoptando una nueva legislación civil y comercial. 

Barrios confiscó sin indemnización las tierras de la Iglesia y muchas de las tierras comunales de los pueblos indígenas y de los municipios, que fueron vendidas a precios de favor o distribuidas gratuitamente a miembros de la clase media, y a inmigrantes europeos posteriormente, para ser plantadas con café. También favoreció el ingreso del capital extranjero; promovió la construcción de caminos, puentes, puertos y ferrovías; instaló plantas de energía eléctrica y una red de telégrafos; y subsidió compañías navieras extranjeras, todo con la intención de hacer posible la producción, el transporte y la comercialización del grano de café. Con igual vigor obligó a la población india a trabajar en las plantaciones y en las obras públicas de infraestructura.

Los indios que habían sido desalojados de las tierras comunales pasaron a conformar la nueva fuerza de trabajo en las plantaciones de café, que continuó siendo semigratuita, pero en el contexto de una nueva estructura económica que significó en Guatemala el inicio del desarrollo económico y social capitalista. 

Reformas similares fueron instituidas en El Salvador por Gerardo Barrios cuando la demanda externa del índigo cayó completamente. La salvedad en este país fue que la fuerza de trabajo la conformaron los mestizos puesto que la población indígena había ya desaparecido casi en su totalidad. En Costa Rica los cambios en la estructura de producción fueron graduales, aunque el resultado fue el mismo que en Guatemala y El Salvador, o sea, el establecimiento de una economía agraria de exportación dependiente de las fluctuaciones del mercado internacional sobre las que no ejercían algún control. 

Grano para exportar
Por otro lado, la legislación favorable y la actitud positiva en esos países frente a la inversión y la inmigración de europeos para atraer el capital y los conocimientos técnicos que requería el cultivo del café, unido a la nueva infraestructura para incrementar rápidamente su producción, permitió a personas naturales y jurídicas inglesas y alemanas convertirse en los principales comercializadores del producto, y en propietarios de instituciones financieras, tierras y compañías de seguros. En 1888 en Costa Rica habían alrededor de 7 mil europeos vinculados directamente con la producción y la comercialización del café. En Guatemala, en la década de los 30 del siglo XX, los alemanes eran ya propietarios del 22.2 por ciento de las haciendas de café, representando el 46.7 por ciento del total del área plantada. En El Salvador eran dueños del 2.6 por ciento de las plantaciones, correspondiente al 12.6 por ciento de la superficie cultivada. (Fuente: The World's Coffee, International Institute of Agriculture, FAO, 1947).

Los hombres responsables de las reformas, y sus beneficiarios, provenían de los sectores medios urbanos y rurales, cuyos intereses económicos y sociales habían sido descuidados por los conservadores. Eventualmente --en el siglo XX-- en Guatemala y El Salvador se consolidó el poder económico y político en las manos tanto de liberales como de conservadores cuando estos últimos participaron necesariamente en la economía del café. Así se facilitó la organización de los estados nacionales, y las pugnas políticas que siguieron fueron solo una expresión de las luchas de facción dentro de la clase dominante extendida. 

En los dos países en mención se instituyeron dictaduras militares para realizar y proteger los programas económicos nacionales. Los ideales republicanos de los primeros liberales habían sido descartados en base a una realidad social, económica y cultural que inclinó definitivamente la balanza de la historia hacia la centralización del gobierno y el autoritarismo, con la finalidad de asegurar la estabilidad política y la fuerza de trabajo que requería la economía agraria de exportación. En este contexto, el ejército jugó el papel del árbitro en los asuntos políticos relacionados con la promoción y la defensa de los intereses de la nueva clase dominante. Por otro lado, los cónsules de Alemania e Inglaterra ejercieron su influencia para obtener concesiones comerciales en beneficio de sus respectivos nacionales, y "[estos] invaluables aliados de la oligarquía terrateniente y del capital extranjero insistieron en la estabilidad y la amistad de los gobiernos para hacer posible su prosperidad". (Traducido de Mario Rodríguez, op.cit.). Los ingleses en particular practicaron la diplomacia de las cañoneras, lo que cerró el círculo del condicionamiento y de la dependencia de decisiones económicas y políticas que se tomaban en el exterior. 

Este nuevo sistema de producción tenía sus fundamentos en la sobre explotación de la mano de obra y en la concentración de la tierra y de la riqueza --el impuesto sobre la renta era todavía contrario a la filosofía liberal. Lo anterior evitó el surgimiento de un mercado interno suficiente que estimulara la producción industrial. La ausencia de tecnología, capital, capacidad empresarial y mano de obra calificada fueron también factores que condicionaron el crecimiento económico y el desarrollo social. No obstante, hacia finales del siglo XIX apareció en Guatemala, El Salvador y Costa Rica un reducido proletariado urbano en la industria textil, de bebidas, de alimentos y en otras pequeñas industrias, aunque el comercio intrarregional siguió siendo insignificante puesto que las economías centroamericanas producían lo mismo y no llegaban a ser complementarias.

Lo que se logró fue un incremento considerable del comercio exterior. Algunos sectores exportadores estuvieron incluso en grado de crear sus propias instituciones de crédito, pero los patrones de consumo de los productores consistieron en la importación de bienes manufacturados en el extranjero.  El contacto con el mundo capitalista situó a las economías de Centroamérica como un apéndice agrícola, como productoras de materias primas que se intercambiaban de manera desigual con productos elaborados. 

El caso de Nicaragua y Honduras 

En Honduras y Nicaragua no se crearon estructuras productivas tan extensas como en el resto de los países de la región debido a que no se conformaron grupos económicos y sociales fuertes que ocuparan el poder para transformar la sociedad. Las principales actividades económicas nacionales continuaron siendo la ganadería, algo de café y los granos básicos. La minería y el corte de madera se realizaba por compañías inglesas al margen de la vida económica de los dos países. En Nicaragua fue hasta 1893 que los liberales al mando de José Santos Zelaya comenzaron las reformas para sentar las bases de una producción más dinámica del café y de la economía de exportación. En 1894 el caudillo reincorporó la Mosquitia --que estaba en manos inglesas-- con el apoyo de los Estados Unidos. Desde entonces los intereses de este país reemplazaron los intereses británicos, particularmente en las actividades mineras, la explotación de los recursos madereros y el comercio incipiente del café. Las reformas liberales en Nicaragua fueron similares a las de Guatemala y El Salvador, y como ahí, se impuso un sistema capitalista agrario sobre una estructura atrasada de producción, sin sustituirla.

En Honduras el capitalismo agrario fue introducido por compañías bananeras estadounidenses casi a finales del siglo XIX. La salvedad fue que operaban exclusivamente para el mercado de los Estados Unidos como compañías extranjeras, al margen de la economía hondureña. Honduras llegó a ser el mayor productor de bananos en el área, y el único país en que los bananos fueron el principal producto de exportación. Aquí no se logró la integración de la nación, y las compañías extranjeras que controlaban las plantaciones se convirtieron en un factor decisivo alrededor del que giraban los intereses políticos y militares locales.

La United Fruit Co. en particular, constituida en 1899, creció hasta llegar a ser una de las más grandes corporaciones de los Estados Unidos involucradas en operaciones internacionales, y se convirtió en la mayor empresa bananera del mundo, ejerciendo su influencia en la política de Honduras, Guatemala y Costa Rica para obtener todo tipo de concesiones y exenciones fiscales.

La United Fruit Co. eventualmente estableció por muchos años un monopolio en la región sobre la producción de bananos, su comercio, el sistema de transporte ferroviario y marítimo, y la red de telecomunicaciones. La compañía construyó, fue propietaria o administró ferrocarriles, puertos, una flota naviera, un sistema de telégrafo y teléfonos, y mucha tierra. Fue además favorecida por las consecuencias de la Primera Guerra Mundial (1914-18) puesto que los intereses europeos en el área prácticamente desparecieron. Por demás, en 1929 compró la Cuyamel Fruit Co., su principal competidor.




La United Fruit constituida en la primera gran empresa multinacional en Centroamérica no solo transportaba su producción de bananos a los Estados Unidos y Europa Occidental, sino que también la producción local de café --con fletes a precio de monopolio--, que fue parte del proceso por el que los intereses económicos de los Estados Unidos reemplazaron aquéllos de los ingleses y alemanes. En este sentido la inversión privada directa de los EE.UU. en la región pasó de 11.5 millones de dólares en 1897 a 201.7 millones en 1929, mientras que la inversión de Gran Bretaña y Alemania sumaba 68 millones de dólares a principios de 1914. Entre 1910 y 1920 intereses norteamericanos llegaron a controlar todas las plantas generadoras de energía en el área (antes estaban en manos de compañías inglesas y alemanas), y en 1920 el intercambio comercial con los EE.UU. llegaba ya al 53.4 por ciento del total, en comparación con el 17.5 por ciento con Alemania y el 13.0 por ciento con Gran Bretaña. Por otro lado, al final de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) la United Fruit Co. poseía el 20.4 por ciento del total de la tierra cultivable de Honduras, Guatemala, Costa Rica y Panamá. (Fuente: United Nations, ECLA, External Financing in Latin America, 1965).


La ruta del banano a los puertos de los EE.UU.


La hegemonía política y económica de los Estados Unidos

Desde finales de los 1890, después que los EE.UU. había ocupado todo su territorio continental, su política sobre el Caribe y el istmo centroamericano fue formulada por razones de orden geoestratégico. La intención era evitar que estas áreas continuaran siendo colonias de otros países (Cuba, Puerto Rico) o que pudieran caer en la órbita de potencias rivales aprovechando la inestabilidad interna en algunos países (Haití, República Dominicana, Nicaragua); y promover y proteger las inversiones y el comercio de sus nacionales. Esto fue aún más evidente después de diciembre de 1901 cuando el Senado de los Estados Unidos ratificó el Tratado Hay-Pauncefote con el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, lo que le permitió a los EE.UU. moverse agresivamente en función de la construcción de la ruta interoceánica por Panamá, bajo su dirección y control exclusivo.

Como la inestabilidad política era constante en Centroamérica y el Caribe, para prevenir la injerencia de potencias extranjeras en el área con el fin de proteger intereses económicos y financieros (incluyendo el cobro de préstamos usando la fuerza), el Presidente Teodoro Roosevelt anunció en 1904 su Corolario a la Doctrina Monroe. De esta manera los EE.UU. unilateralmente se reservaban el derecho de intervenir en los países de América Latina y el Caribe para proteger y extender sus propios intereses, y para ampliar su área de influencia.

Debido a que todos los países centroamericanos estaban fuertemente endeudados con bancos europeos, y para asegurar que su dependencia económica y financiera cambiara hacia los Estados Unidos, Washington impulsó a los gobiernos de la región para que contrataran nuevos préstamos con banqueros de los EE.UU. y cancelaran así la deuda con los europeos. 

Después del corolario de Roosevelt a la Doctrina Monroe, las administraciones del mismo Roosevelt, Taft, Wilson y Coolidge asumieron funciones de policía naval en el área, que se materializaron con la intervención y ocupación casi ininterrumpida de Nicaragua entre 1912 y 1933. Paradójicamente, la inestabilidad política de Nicaragua fue causada por los mismos Estados Unidos cuando obligaron a renunciar a Zelaya a la presidencia de la república porque antepuso los intereses del país a los de la potencia extranjera --negociación de un préstamo con bancos de Londres; negativa de concederle derechos lesivos para Nicaragua; interés de construir un canal en los mejores términos posibles para el país.

Las consecuencias de la intervención fueron el establecimiento de un gobierno conservador apoyado por los EE.UU., la interrupción de las reformas liberales y de la economía agro-exportadora, el control inmediato de los Estados Unidos sobre la política y las finanzas de Nicaragua, y la gesta defensora de la soberanía nacional de Benjamín Zeledón primero y Augusto C. Sandino después. Otra consecuencia de la intervención fue el establecimiento de la dinastía de los Somoza entre 1937 y 1979, año en que Anastasio Somoza hijo fue desalojado del poder por la fuerza de las armas.


Sandino, en el centro, con su estado mayor


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Vídeo sobre Augusto César Sandino



26 de enero de 2015

Desunión Regional III


Humberto Carrión
(Doctor en Derecho, LL.M.)


CAUSAS HISTÓRICAS DE LA DESUNIÓN EN CENTROAMÉRCIADESDE LA CONQUISTA HASTA MEDIADOS DEL SIGLO XXPARTE III


LAS LUCHAS POLÍTICAS DESPUÉS DE LA INDEPENDENCIA



Rutas marítimas de España en las Américas
 S. XVIII - XIX
  

Las vicisitudes de la independencia y la anarquía que siguió

La declaración de independencia del 15 de septiembre de 1821 no cambió nada en Centroamérica, excepto la independencia política de España. Las autoridades continuaron siendo las mismas, incluyendo a los peninsulares. Dos meses después de la Declaración de Independencia, Agustín Iturbide, de México, le envió a la Junta Provisional de Guatemala una oferta de anexión a su país y tropas a la frontera para respaldarla. El Congreso que decidiría el futuro de la ex Capitanía General no se había constituido, y la anexión fue declarada en Guatemala el 5 de enero de 1822,  para ser disuelta el año siguiente cuando los liberales y las tropas republicanas en México derrocaron al Emperador Agustín I.  

Congreso Centroamericano fue convocado con un representante por cada 15 mil habitantes electos en conformidad con las disposiciones de la Constitución de Cádiz. Los representantes de Guatemala obtuvieron más del 50 por ciento de los votos en el Congreso y éste se organizó como Asamblea Constituyente el 24 de junio de 1823. El 1º de julio la Asamblea decretó la independencia de la región de toda dominación extranjera, y 16 meses después promulgó la Constitución de la República Federal de Centroamérica. Este instrumento fue el resultado de un compromiso entre liberales y conservadores y entre la Ciudad de Guatemala y las ex provincias, con la intención de reconciliar distintas aspiraciones económicas y políticas. La asamblea constituyente cerró sus sesiones en enero de 1825; en febrero se constituyó el primer congreso federal en la Ciudad de Guatemala (no se creó un distrito federal); y en abril los partidos políticos acordaron elegir a Manual José Arce como el primer presidente de la Federación.

Poco después los liberales y los representantes de las ex provincias acusaron a Arce de ser aliado de los conservadores de Guatemala. Para los gobiernos liberales de Honduras, El Salvador y la misma Guatemala --distinto del gobierno federal--, esto significaba que los conservadores de la capital tenían la intención de gobernar la vida política y social de la región como lo habían hecho durante la colonia. La guerra civil estalló en marzo de 1827, y exceptuando Costa Rica, el fenómeno del localismo en los nuevos estados dió origen a una pugna por la supremacía entre las ciudades principales. En otros casos la pugna se refirió a un conflicto de intereses entre los grupos sociales que integraban los dos partidos políticos.

La oligarquía de Guatemala y de los nuevos estados quisieron consolidar su propia posición económica y política con la independencia, pero los anteriores funcionarios españoles, el clero alto y la minoría criolla no estuvieron en grado de organizar el estado. Los liberales tampoco pudieron organizar establemente la federación alrededor de las nuevas instituciones. La anarquía que siguió tuvo como origen la ausencia de una economía fuerte y extensa puesto que durante la colonia no se había creado una estructura económica sólida, ni habían surgido grupos sociales con intereses económicos compartidos que aseguraran la estabilidad política.

Un tiempo después del estallido de la guerra civil los conservadores controlaron el gobierno federal y los estados de Guatemala y Honduras. En abril de 1829 fueron retomados por lo liberales, y en 1830 Francisco Morazán se erigió en presidente de la federación, inaugurando un régimen que tenía como objetivo la erradicación de las instituciones coloniales. La reacción de la oligarquía guatemalteca y de la Iglesia se sintió en 1837 cuando la insurrección de Rafael Carrera estimuló a los conservadores en toda la región para desafiar con impunidad al gobierno federal. Debido a la situación caótica en Guatemala, y porque Nicaragua y Honduras estaban de nuevo en manos de los conservadores, el Congreso Federal --en El Salvador desde 1834-- decretó, en mayo de 1838, que los estados quedaban libres de organizarse como consideraran conveniente, salvando la forma republicana de gobierno.

Después de la disolución de la federación tropas de Honduras y Nicaragua invadieron El Salvador, controlado por los liberales, pero fue Carrera, que había ocupado la Ciudad de Guatemala en abril de 1839, quien derrotó a Morazán definitivamente en el mes de marzo de 1840. El resultado fue la restauración del orden colonial en la región durante 30 años, con la supervisión de Carrera. El reducido número de comerciantes tradicionales y latifundistas crearon nuevamente un obstáculo al desarrollo de un sistema económico dinámico, y los gobiernos se inclinaron hacia el autoritarismo recurriendo en toda su extensión a la figura del caudillo.

El caudillo era un líder de cualquier facción política que luchaba por el poder en base a su personalidad. Cuando conquistaba el gobierno llenaba la administración pública con sus seguidores, y persistía en él hasta que la oposición lo echaba a balazos. En algunos casos, por "razones de seguridad", los caudillos fuertes intervenían en los asuntos internos de los países vecinos para instalar o mantener en el poder a gobiernos amigos. Así se evitaban las conspiraciones desde el exterior de opositores y exiliados.

Un paréntesis obligado sobre Nicaragua

En Nicaragua los acontecimientos tomaron un rumbo un tanto diferente por la rivalidad permanente y bizarra entre León y Granada donde la oligarquía de cada ciudad se identificó a muerte con un partido. Los liberales y los conservadores crearon núcleos locales y zonales de poder económico y social contrapuestos --liberales en León y sus aliados, y conservadores en Granada y sus aliados-- sin que el uno pudiese imponerse definitivamente sobre el otro. La enésima guerra civil que comenzó en 1854 y que terminó en 1857 con la guerra contra William Walker tuvo como consecuencias el desgaste de la nación, el desprestigio y la debilidad política de los liberales --por haber traído a los filibusteros--, el gobierno de Tomás Martínez por 10 años , y los llamados 30 años conservadores

Un historiador nicaragüense nos relata que "Martínez recibió el país incendiado, robado, salpicado de sangre y desmoralizado por la anarquía de más de treinta años, y últimamente por la destructora mano del filibusterismo. Sin crédito en el exterior, sin buenas relaciones con los gobiernos [vecinos]; abrumado de reclamos, amagado de expediciones vandálicas, sin rentas, sin constitución, sin leyes análogas [a la de otros países de la región], sin caminos, más que estrechas y peligrosas sendas, y en fin, sin comercio y sin agricultura" (Jerónimo Pérez, 1928). 

En este cuadro desolador se enmarca el primer intento de nuestra historia republicana de reconciliar la nación, con la creación y respeto de leyes e instituciones. Tomás Martínez se había distinguido como jefe militar al lado de las fuerzas conservadoras, e igualmente se distinguió como jefe del gobierno, nombrando a sus ministros y escogiendo a sus asesores por su visión, capacidad, integridad y deseos de contribuir con el bien del país. Ese gobierno fue tolerado --no había alternativa-- por los liberales de Máximo Jerez hasta 1863, cuando éste se levantó en armas con la atávica intención de desalojar del gobierno al equipo contrario. Jerez no tuvo éxito en su empresa; le correspondió a José Santos Zelaya, 30 años más tarde, comenzar la revolución liberal con un desfase de 15 años en relación con El Salvador, 20  en relación con Guatemala y 40 con México. Esa era en Nicaragua la izquierda de la época --reformadores--, y con la intención de modernizar el país y desarrollar mejor sus recursos naturales actuaron en conformidad con nuestro modo de ser, interpretando y representando a su modo la experiencia traumática de la nación.




Costa Rica, un modelo diferente de desarrollo

La historia de Costa Rica es distinta. Hubo desigualdades sociales durante la colonia, pero un sistema de latifundios no se desarrolló por la escasés de fuerza de trabajo nativa. Además, e igualmente importante, con posterioridad a la independencia el ayuntamiento de San José ordenó la distribución de tierras gratuitamente o a precios bajos a quienes no tenían.

El localismo y las diferencias políticas no eran intensas en ese país y se mantuvo relativamente pacífico. Estando en el extremo sur de la región, su política exterior se caracterizó por mantenerse aislada del resto de los estados centroamericanos para evitar su turbulencia.  Hacia los 1840 la administración de Braulio Carrillo, buscando un producto de exportación rentable para reorganizar la economía de la nación, promovió el cultivo del café, continuando con la práctica de distribución de la tierra en términos concesionales, y proveyendo financiamiento por medio del capital inglés.

Estos procedimientos fueron repetidos por las administraciones que siguieron, y los productores y comerciantes más grandes consolidaron su poder político en pocas décadas. La demanda del café en Inglaterra y en el mercado británico permitió que los productores se unieran y que organizaran el estado en favor de la producción y exportación de esa mercancía.

Como adición al régimen de tenencia de la tierra en Costa Rica, que permitió la existencia de una extensa y vigorosa clase media rural, las fincas eran trabajadas por sus propietarios, sus familiares y por trabajadores totalmente asalariados. Eso fue una consecuencia de la escasa población y de su homogeneidad étnica. Según José Luis Vega, el resultado del sistema de producción y de comercialización del café fue la creación de un capitalismo agrario vinculado al mercado internacional a través de Inglaterra, y dominado por un grupo de productores y exportadores, quienes sin embargo sentaron las bases de la modernización y de la democratización del país.


La diplomacia de Inglaterra y de los Estados Unidos en el área

El vacío dejado por España en Centroamérica desde 1821 fue llenado rápida y agresivamente por la diplomacia inglesa, interesada en los recursos naturales del área y en su posición geográfica --el canal interoceánico. En 1824 el Congreso Federal autorizó un empréstito con la Barclay, Herring, Richardson & Co. de Londres para sufragar los gastos de la administración federal. Poco después el gobierno no estuvo en grado de pagar los intereses ni el capital, y cuando la federación se disolvió, cada estado por separado asumió una parte de la deuda. Esta y otras deudas contraídas con Inglaterra aseguraron la influencia económica británica en la región. 

Paradójicamente, de 1840 en adelante la expansión de la industria textil inglesa y la demanda por los colorantes naturales permitió la restauración del régimen económico colonial --de los latifundistas y comerciantes tradicionales-- en Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua. La cochinilla (colorante rojo de origen animal) fue el vehículo que permitió la restauración en Guatemala, y el índigo (colorante azul de origen vegetal) en El Salvador. En Honduras y Nicaragua fue la ganadería, que se exportaba a los países productores de los colorantes para alimentar a su población, ya que tanto la hacienda como muchos indios y mestizos minifundistas se dedicaron a producirlos. Las cosechas eran vendidas a los propietarios de haciendas que también producían la materia prima, la procesaban y a su vez la revendían a los comerciantes de las ciudades. En fin, estos últimos le vendían el producto a los compradores ingleses, regulaban el precio y le otorgaban crédito a los productores.

Como los comerciantes centroamericanos no eran propietarios de líneas navieras, casi toda la exportación de los colorantes se hacía por Belice vía Guatemala. El puerto de Belice --inglés-- fue el único considerable para el comercio exterior hasta mediados del siglo XIX. A pesar de las actividades económicas referidas, la mayoría de la población quedó sumergida en la agricultura de subsistencia, y las necesidades de mano de obra para producir los colorantes en las haciendas se satisfacían con métodos coloniales --extra monetarios.

Por su parte, el agente diplomático inglés Frederick Chatfield y el estadounidense Ephraim George Squier, desde 1834 y 1849 respectivamente, trataron de lograr concesiones comerciales favorables para sus naciones y garantías de los gobiernos centroamericanos. Para estos fines Chatfield se alió en última instancia con los conservadores mientras que Squier lo hizo con los liberales, y apoyó la idea de la federación. 

Squier dirigió sus esfuerzos diplomáticos a tratar de poner bajo la esfera de influencia de los Estados Unidos a Honduras, El Salvador y Nicaragua, que se encontraban gobernados por los liberales, promoviendo en ellos sentimientos anti británicos. En una nota al Ministro de Relaciones Exteriores de El Salvador, Squier escribió que "es el deseo de mi Gobierno que alguna consolidación de estos estados se lleve a efecto para resistir mejor la injerencia y contrarrestar los diseños de potencias extranjeras hostiles." (Traducido de la obra de Graham H. Stuart y James L. Tigner, Latin America and the United States, 1975). La reacción británica fue oponerse a la influencia estadounidense, y Chatfield estrechó las relaciones de su país con Guatemala y Costa Rica para evitar que se reconstituyera la federación. 

Fue en relación con la obtención de concesiones y otros derechos para construir un canal por Nicaragua, y en relación con la Doctrina Monroe, que los Estados Unidos e Inglaterra antagonizaron en Centroamérica.  Este antagonismo fue superado en parte con el Tratado Clayton-Bulwer de mediados de 1850, en el que sin la participación del gobierno de Nicaragua, quedaron consignados los intereses conjuntos de esas potencias sobre un futuro canal interoceáncio que uniera el Atlántico con el Pacífico.

Por otro lado, desde que Ephraim G. Squier llegó a Centroamérica obtuvo del gobierno de Nicaragua una concesión para inversionistas de Nueva York, dirigidos por Cornelius Vandelbilt,  para operar una línea de vapores en el Río San Juan y el Lago de Granada. Un corto viaje en diligencia en el istmo de Rivas hacia la costa del Pacífico completaba la ruta interoceánica de Nueva York a San Francisco. La compañía comenzó sus actividades en 1851.  En junio de 1855 los filibusteros desembarcaron en El Realejo capitaneados por William Walker, contratados por los liberales para combatir a los conservadores. Walker buscaba constituir un estado federal en Centroamérica basado en su propia fuerza militar y donde gobernaría como dictador (Karnes, 1976). Para esto recibió financiamiento de dos de los socios de Vanderbilt, quienes le querían arrebatar al comodoro la Compañía Accesoria del Tránsito.  


La ruta por Nicaragua a mediados del S. XIX


La población de los Estados Unidos veía con interés y simpatía la aventura de Walker ya que el control de Nicaragua por un estadounidense significaba un contrapeso a la penetración inglesa en el extremo oriental de la ruta interoceánica. Ya desde 1834, con la llegada del agente diplomático Chatfield, los ingleses habían extendido su presencia en la Costa Atlántica con la diplomacia de las cañoneras, y el gobierno del presidente Franklin Pierce de los Estados Unidos, no hizo nada para detener a los filibusteros. Los ingleses y  Cornelius Vanderbilt apoyaron a Costa Rica en la guerra contra Walker; Guatemala, Honduras y El Salvador también enviaron tropas para unirse a las de Costa Rica puesto que estaban unidos con los nicaragüenses en evitar que los planes de los filibusteros se hicieran realidad.

Cuando en 1855 una compañía estadounidense terminó de construir el ferrocarril que atravesaba el istmo de Panamá, las actividades de exportación e importación de Centroamérica pasaron del Atlántico a las costas del Pacífico, más cerca de las ciudades y de las zonas rurales de producción. Las rutas de mulas fueron sustituidas por las de carretas, y los puertos eran visitados por buques estadounidenses y británicos, conectándolos con los mercados de Europa vía Panamá.

A pesar del declive de Belice como puerto, Gran Bretaña siguió siendo el principal consumidor de materias primas y  el mayor proveedor de manufacturas en la región. Sin embargo, a finales de los 1850 la introducción de colorantes químicos rojos en la industria textil inglesa volvió irrelevante la cochinilla guatemalteca como producto de exportación.  El café fue por fin la siguiente mercancía a exportarse, y el gobierno conservador trató de promoverlo, aunque el resultado fue restringido por el carácter colonial de su  modo de producción.  En El Salvador sucedió algo similar posteriormente, cuando el índigo o añil (colorante azul) fue reemplazado en el mercado internacional por el colorante artificial.  


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Vídeo sobre el origen de las guerras en Centroamérica
depués de lndependencia de España