De un cuento a otro
(Publicado originalmente en el diario digital de Nicaragua La Prensa)
Sobre el cuento anterior Para seguir opinando, agrego la siguiente acotación: “El sacrificio de sangre
como una práctica esencial del culto, deriva directamente de las antiguas
prácticas mágicas. La prohibición de la magia, según la ley mosaica, era
causada por servir a dioses extranjeros, no por su ineficacia.” (María Verónica
Sepúlveda, Antigüedad y edad media, ¿magia, brujería o religión?).
Esta acotación la relaciono con la
mención hecha en ese cuento de la leyenda de Abraham y su hijo Isaac, por la que
los rabinos informaron a los hebreos sobre el paso de los sacrificios humanos a
la de animales, pero de sangre igualmente. Zoroastro, por otro lado, prohibió
todo rito de sangre en el Avesta, al menos seiscientos años antes de Jesús. Los
cristianos a su vez, trasladaron los ritos de sangre a la simbólica transubstanciación
de Jesús en la hostia consagrada, un gigantesco avance ético desde el judaísmo
de entonces.
Zoroastro predicó que había un solo
Dios creador bueno y sabio, Aura Mazda (la luz), y que los dioses anteriores eran
emanaciones espirituales de Aura Mazda. Nietzsche en el siglo XIX escribió su
irónico Así habló Zaratustra imitando los diálogos entre Zoroastro y
Aura Mazda en el Avesta, la Biblia de los zoroastras, para demoler toda
creencia en seres extraterrestres y otras creencias europeas. Y está bien, cada
quien tiene sus ideas por las razones que fuesen. Prefiero la tolerancia
religiosa actual de los cristianos a la persecución de los mismos, por ciertos desfasados
que han regresado al rito de la sangre humana (la represión).
Richard Strauss, otro alemán, en
1896 compuso su poema sinfónico Así hablo Zaratustra (el de 2001 Odisea
en el Espacio), devenido de la obra de Nietzsche, pero reconociendo a
Zoroastro. ¿Cómo es que no se habla de estas cosas? Es evidente la ignorancia de
los receptores como borregos del culto de la maga Circe, quien transformaba, precisamente
en borregos, a quienes no la seguían para que la siguieran.
Siguiente cuento. Cuando fui a la
Habana en el lejano 1980, Fidel Castro era sagrado para los cubanos, y él lo
sabía. Padecía de un narcisismo que pretendía ocultar. Era brillante y de
memoria prodigiosa, no hay dudas, eso lo vi, lo conocí. Podría referir
distintas anécdotas de los diez días que estuve en la Habana, puesto que fui en
una misión diplomática de iniciación relacionada con la FAO (Organización de
las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación). El suscrito fue
parte de la delegación de Nicaragua.
Siendo entonces un joven entusiasta
de la revolución cubana, me interesé en conocer la Habana y a los habaneros. Fuimos
libremente donde quisimos. No vale la pena mencionar los lugares icónicos
visitados, pero sí que se respiraba un aire de satisfacción por ser cubanos y
socialistas, o mejor dicho comunistas, como ellos se identificaban. Los cubanos
sin embargo no podían acceder a los sitios reservados a los que llegaban a la
isla con dólares. En ningún momento entré en conversación alguna sobre el
porqué de esa satisfacción, solo la viví. Era por supuesto la época de oro de
la Cuba subsidiada por la URSS.
Todo fue bien hasta que se manifestó
el espionaje del Estado en una cena, con ron por supuesto. Fue durante un espectáculo
de variedad en el hotel donde estábamos alojadas varias delegaciones. Como si
yo fuese su hermano ideológico, el agente me pidió que lo asistiera en el
acercamiento a un miembro de la delegación de un país vecino. Consentí hasta
que realicé que me estaba usando como un idiota, y me despedí para retirarme a
mi cuarto. El asunto no pasó a más. Ahora Cuba sin subsidios de país alguno,
está en total decadencia. El socialismo a la cubana también fracasó porque no
fue ni es sostenible.
Berlín Oriental fue la siguiente
parada de viajes a países socialistas. Fue a finales de 1981 cuando el
Embajador de Nicaragua en la República Democrática Alemana (RDA), tío de mi
entonces esposa, nos invitó a visitarlo para pasar juntos algunos días. Yo
llevaba un año de haber llegado a Roma como diplomático ante la FAO, como
quizás diré en otro cuento.
Me impresionó la pulcritud y la
seguridad en la ciudad, y por supuesto que me impresionó el muro. El embajador
sin embargo podía cruzar al lado occidental por el puesto de control Charlie,
el de los Estados Unidos. Eran tiempos de la guerra fría una década antes del
colapso de la Unión Soviética.
Berlín Occidental fue más de mi
agrado por ser ciudad más acorde con mis expectativas de lo que debía ser una
ciudad europea moderna (reconstruida después de los bombardeos en la Segunda
Guerra Mundial, como Berlín Oriental y Dresde, que también visité). El
escaparate de occidente le llamaban los comunistas del otro lado, y ese lado colapsó
en 1989. ¿Por qué? Los que querían ser libres se lo guardaban por aquello del
espionaje interno y la represión, hasta cuando ya no pudo haberla. Así de
fácil, así de terrible. Mérito de Mijaíl Gorbachov, el de la entonces URSS,
quien no intervino dejando Alemania a los alemanes.
Regresé a Berlín a mediados de 1990 después
de la caída del muro, como diplomático en misión especial y en transición hacia
Viena, meses antes de la reunificación de Alemania. Me encontré con los mismos
que trabajaban en la Embajada de Nicaragua en la República Democrática Alemana.
Me dijeron que era un trabajo de por vida, y que estaban angustiados por lo que
vendría. Uno sin embargo me expresó claramente que prefería la libertad. Me
explicó ese concepto, que sigue siendo el mismo de hoy. No a las imposiciones de
un Estado totalitario. Klaus se llamaba e ignoro si vive aún.
En 1984 fui a Bucarest, Rumanía, en
viaje oficial unipersonal, el país de la pareja Ceausescu. Sobre esto en otra ocasión para no cansar al lector. Por lo
pronto, veremos quién se disuelve primero en el cosmos para ir a saludar a los
ancestros. Por lo que al suscrito se refiere, estoy preparado puesto que estoy
libre de todo ocultismo, magia, brujería y de cualquier maleficio o rito de
sangre. Mis protectores son más fuertes sin tener que llevar talismanes en el
cuerpo, con la salvedad de un pequeño tatuaje en la cadera derecha que me
identifica.
Siempre agradecido con mi hermanita quien insiste en rescatar mi alma para la salvación eterna.