La Caída del Falso Templo
(Artículo sobre Nicaragua publicado el 22/01/2020 en el diario La Prensa)
“Entre las gentes hay quienes dicen:
creemos en Dios, pero no son creyentes. En sus corazones hay una enfermedad. Tendrán
un castigo doloroso por lo que hayan mentido. Dios se burlará de ellos” (el Corán).
Y veremos la caída del falso templo y de
los falsos profetas por la buena nueva de los insurrectos; de politólogos, sociólogos,
economistas y astrólogos, pero sobre todo de los jóvenes rebeldes. Son ellos la
esperanza del cumplimiento de la buena nueva.
Los asesinados por mandato de los falsos
profetas no han muerto, viven en los corazones de sus familias y en lista de
espera de la justicia terrenal, la del pánico de los acólitos del antiguo
templo. No hay misterios filosóficos ni escatológicos para los “cristianos,
socialistas y solidarios” del antiguo templo, esos que aún quedan por oportunistas.
Ya saben que el templo caerá y que es solo cuestión de tiempo.
Y van más allá las sociedades tecnológicas modernas con sus propias
contradicciones pasadas y presentes, dejando por fuera esta provincia de falsos
profetas que no logran asimilar la rebeldía ciudadana, ni Paul el Ojo de Horus; y “se concedió infundir
el aliento de la Bestia para que fueran exterminados los que no la adoraban”
(el Apocalipsis). Y la Bestia seguirá reinando por la espada con los suyos
hasta su defenestración por decisión libre y soberana de quienes no le temen.
No se debe tampoco temer al futuro, a lo
distinto, a los de la UNAB, a aquéllos que se la han jugado por años, organizados,
coherentes y combativos. No especulen los temerosos que su mundo se viene abajo
con la UNAB, menos con la influencia moderadora de la Alianza Cívica. La
esperada gran coalición deberá incorporar los supuestos democráticos originales
de una revolución que en sus inicios deslumbró al mundo. Los ultrá, de cualquier signo que sean, que
se aglutinen entre ellos mismos para competir en primarias.
Los radicalismos utópicos son cosa del pasado, y los del falso templo
tiemblan ante la ola del cambio, la de los principios democráticos de las promesas incumplidas del 79. Los otrora
comandantes usaron la concentración del poder y la excusa de la guerra
provocada por su soberbia, para no cumplirlas. Pensé, inicialmente, que después
de aquella dictadura dinástica se requeriría al menos una década para llegar a
la entonces llamada izquierda democrática, aún si imperfecta, pero guiados por
los otrora dirigentes, porque toda democracia es un proceso de crecimiento
social y cultural. Me equivoqué y rectifiqué.
Hoy tiemblan los falsos profetas del falso templo, los que se dicen
seguidores del de la Escuela Magnético Espiritual. Juana la Loca le
dijeron en su época a una reinante, y falleció sin pena ni gloria. Que no se
detenga por tanto la ola del cambio, ni de la burla. Amén.